El Sol Poniente
Era ya de tarde cuando regresaba a casa, el sol solía ponerse en el horizonte a las seis todos los días, pero hoy, por alguna razón en especial parecía que su ritmo se detenía y cambiaba lentamente de una manera nostálgica.
Estaba yo por cruzar la calle cuando de repente el sordo sonido de unos neumáticos sobre la acera me hicieron reaccionar, “¡MUEVETE MUCHACHO! ¡ACASO QUIERES MORIR!”.
No me había percatado de aquel auto, ni mucho menos de que estaba ya en la avenida, me tenia absorto la idea del sol poniente, ese sol que no podía terminar de ocultarse, ese sol que parecía caminar a mi paso como llevándome a algún lugar, un lugar que pronto descubriría no era muy ajeno a mi.
Caminaba por esa calle y sentía el atardecer a mi espalda, mire mi reloj, eran las siete de la noche, el sol aun estaba ahí como aferrado a la vida sin querer ocultarse; en ese momento algo en esa calle no fue igual, tantas veces la había recorrido, sin embargo algo extraño pasaba, era la misma calle de cuando yo era pequeño, frote mis ojos desesperadamente creyendo que era una mera ilusión, pero ahí seguía, la misma calle de mi infancia, las mismas casas; de repente, pude escuchar voces de niños, niños jugando cerca de allí.
“EL PARQUE!!!” exclame, y trataba de recordar donde estaba, corrí y corrí pasando por la vieja bodega, el cafetín de la otra cuadra, al fin, lo pude encontrar, aquel parque, y los vi, mis amigos, todos jugaban ahí, todos corriendo y saltando, en el tobogán, en los columpios, en el castillo, observe con detenimiento cada detalle, escuche cada risa y no pude evitar que las lagrimas corrieran por mi rostro, por un instante todo se detuvo, hasta que en ese momento alguien tomo mi mano, “hermanito vamos a jugar”.
No era posible, era mi hermana, tal como la recordaba, “pero que haces aquí, que esta pasando, por que...”, ella me miro y sonrió “eso no importa ya, no estés triste, no me gusta que estés triste hermanito” soltó mi mano y me abrazo “no fue tu culpa...” cerré los ojos y llore, llore como nunca había llorado.
Ya han pasado veinticinco años desde entonces, mi hermana murió cuando yo aun era pequeño, no pude ayudarla, mis padres fallecieron hace ya algunos años, y por alguna razón siempre pensé que nunca me habían perdonado el no salvarla, sin embargo ella estaba aquí, ahora, y yo aun no podía entenderlo, “Hermanito, es hora de irnos” ella me replico, “irnos a donde” conteste casi automáticamente, y abrí mis ojos.
En ese momento pude ver la avenida, el accidente, la gente, las luces y los paramédicos, era yo en la acera, era mi cuerpo sin vida, entonces lo entendí, por eso el sol nunca se ocultaba, era la ultima imagen que había quedado grabada en mi retina, estaba muerto, arrollado por un automóvil, y no me había dado cuenta de ello; será que siempre sucede así? Uno no se percata del momento en que muere?. Mire a mi hermana y ella solo me sonrió “no tengas miedo” me dijo, “papá y mamá esperan, ellos saben que no fue tu culpa”.
El alma de mi hermana me había esperado veinticinco años y no me había olvidado, tome su pequeña mano y camine junto con ella hacia la nada esperando no perderme en la calida luz del sol poniente.
Fin
4 comentarios:
Felicidades por expresar y compartir algo mas de ti, sigue asi q vas por buen camino.
maestro yo quiero escribir como usted. necesito tambien de esa fuerza, esa fuerza que a usted le acompaña. Muy buen escrito me transportó hacia lugares que no creia que conociera. Escriba mas!!!
PDWN!
HOLA ERISS ME ALEGRA MUCHO SABER QUE SIGUES ESCRIBIENDO Y ME ALEGRA VER LOS COMENTARIOS QUE PROVOCAS.
MI MODESTIA OPINION CON RESPECTO A TU ESCRITO ES QUE ESTÁ MUY INTERESANTE AUNQUE ALGO PREDECIBLE, PERO EL ESTILO ME PARECE BUENO. CONTINÚA ESCRIBIENDO SÉ QUE URGANDO DE ESA FORMA EN TI ENCONTRARAS Y NOS DESVELARAS ALGO GRANDIOSO.
TU AMIGO DE SIEMPRE!
Me gusta la forma en la que escribes ojalá vea mas publicaciones tuyas.
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