1:00 am de una noche cualquiera, el olor a desesperación en el aire se mescla con cada gota de lluvia sobre esta marchita ciudad. Cuantos caminan por ahí, cuantos dicen estar vivos y mueren cada día sin darse cuenta, cuántos son presas esperando por el depredador que el destino a asignado para ellos.
Cada gota de lluvia hace de esta noche un momento perfecto, ideal para quien desee tomar la vida de alguien y dar rienda suelta a la bestia que lleva dentro, y yo, solo yo aquí esperando en las sombras, en las cornisas, oculto bajo el manto protector de la noche, mi poderosa noche, mi fiel noche.
Recuerdo que tenía solo 7 u 8 años, el estaba solo, y tenía miedo, encerrado entre esas paredes, esperando por un alguien que no llego, y cada vez era más oscuro, cada vez la noche se cernía sobre él en esa habitación sin luz, lloraba y nadie acudía a socorrerlo, tenia miedo, un miedo que crecía a cada momento, hasta que en algún momento el velo se rasgo, su miedo lo ayudo a escuchar mi voz, y me dejo acudir a él, acompañarlo en su soledad, y junto conmigo la noche llego, pude enseñarle a no temer a la oscuridad, no temer al silencio, aprendió a escuchar, y a dejarse rodear por este manto que ahora me protege.
Tres hombres rodean un auto un golpe fuerte destroza el parabrisas, quizá sea la señal que el destino me está enviando, recorro el tejado hasta ellos, pero no puedo sentir el miedo en ninguno de ellos, la sensación es diferente, puedo oler el odio, saborear la rabia que emana de este lugar.
Mi fuerza se incremente con ello, la sensación es distinta sí, pero mi fuerza se hace más grande, caigo sobre ellos y comienza la rutina, golpes van, golpes vienen, sangre por doquier, gritos, gemidos, el crujir de sus huesos.
Una sonrisa en mi rostro, de repente algo puedo percibir que es distinto, uno de ellos no tiene miedo, no hay maldad en el, no hay nada que me alimente, el solo tiene sed de justicia, habita en él un espíritu de venganza, entro en sus pensamientos, en su corazón, veo dolor, veo perdida, el tipo del auto, su rostro, su sonrisa, suelto a este hombre y volteo hacia el auto, escucho un ruido sordo, uno, dos, tres, siento el dolor en este cuerpo, arranco la puerta de par en par, este es el hombre, lo cojo del cuello y solo giro de el, escucho crujir sus vertebras en mi mano, veo perderse su mirada, deja de respirar, la verdad ya estaba muerto, solo acabo de liberar su atadura terrenal con un poco de anticipación, volteo la mirada, un disparo está en mi pecho y la sangre es abundante, tengo que salir de aquí, el no podrá soportar mucho tiempo esta herida, y no puedo permitir que muera, aun no es su momento.
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